El hallazgo de Ciudad Perdida en julio de 1975 se debe, lamentablemente, a los “guaqueros” o saqueadores de tumbas, responsables de destruir muchos sitios arqueológicos en la Sierra Nevada y en Colombia con el fin de obtener objetos precolombinos para la venta ilícita.
El encuentro del sitio condujo a su saqueo parcial; sólo hasta marzo de 1976 el Instituto Colombiano de Antropología, ICAN, fue alertado sobre la existencia de un gran sitio en el alto Buritaca que estaba siendo saqueado. Los arqueólogos del ICANH habían estado explorando la Sierra Nevada de Santa Marta desde 1973, y ya para la fecha habían ubicado unos doscientos poblados tairona en un área de más o menos 1.800 kilómetros cuadrados. Dada la importancia del sitio, el ICANH diseñó y ejecutó un gran proyecto de investigación y restauración de las estructuras que se desarrolló en distintas fases entre 1976 y 1986.
La complejidad del sitio, las dificultades de acceso y la extensión de los trabajos de investigación ha requerido del concurso de arqueólogos, arquitectos, biólogos y un sinnúmero de trabajadores que a lo largo del tiempo han contribuido de distintas maneras.
En el momento de su descubrimiento, el sitio estaba completamente cubierto por la vegetación y si bien algunas de las estructuras arqueológicas habían sido seriamente afectadas por la guaquería, la mayor parte de las terrazas y muros estaban en buen estado y sin mayores alteraciones. La distancia desde Santa Marta y otros centros poblados de la Sierra y la dificultad para llegar lo protegieron durante casi cinco siglos de sufrir grandes daños a mano de los guaqueros y saqueadores. A pesar de haber estado cubierto por el bosque alrededor de quinientos años, un 85 por ciento de las estructuras encontradas en Ciudad Perdida presentaban buen estado de conservación.
Por esta razón, los trabajadores de restauración y consolidación de las estructuras implicaron más que nada la limpieza de la superficie de las terrazas y anillos de vivienda de árboles y vegetación, y arreglos a las partes superiores de los muros de contención. Muchos de los caminos se encontraron completamente cubiertos de tierra y hojas, por lo que también tuvieron que ser limpiados y consolidados. En busca de la mayor autenticidad posible, los muros caídos fueron recompuestos sin el uso de morteros y se usaron las mismas piedras desprendidas o rodadas, para los arreglos. La estabilidad de las construcciones a lo largo del tiempo facilitó las labores de consolidación, haciendo que fuera posible abrir el Parque al público en 1981.
Tomado de la guía para visitantes al Parque Arqueológico Teyuna – Ciudad Perdida del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).
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